Una advertencia: al escribir esta columna, no cuento con informantes dentro de las instituciones de seguridad e inteligencia. Y mucho menos de miembros de las organizaciones del crimen organizado.
Es un ejercicio producto de todo lo que he leído en medios informativos en los últimos días sobre la persecución al criminal. Con esa información pública, sin embargo, es factible arribar a algunas conclusiones valederas que tendrán su efecto en el futuro.
Todo el operativo empezó con rastreos que hicieron los estadunidenses de llamadas de teléfonos satelitales que hicieron ayudantes de El Chapo, o de él mismo. Les permitió ubicarlo con tanta precisión que han tenido avistamientos físicos de él. De ahí las versiones sobre cortadas en la cara y heridas en las piernas. Han participado directamente en los operativos grupos de élite de la Marina y la DEA. Excluidos han estado tanto el Ejército como la Policía Federal. Es el mismo modo de operación que cuando atraparon a El Chapo en Mazatlán: participaron exclusivamente la Marina y la DEA, incluso sin avisar, hasta después, a Gobernación. Habla de que existe la misma desconfianza hacia el Ejército por parte de los estadunidenses que durante el sexenio de Calderón. Cada vez que participaba el Ejército, el capo se escapaba. La Policía Federal ni se diga.
El Ejército se ha encargado de retenes en la parte baja del Triángulo Dorado, más que nada para no dar la impresión de tanta desconfianza. Era un acto para la opinión pública exclusivamente. Pero cuando el operativo se mudó hacia Culiacán, el Ejército sigue discriminado. No está presente. Actúa la Marina, operando con información de inteligencia estadunidense, incluyendo la proporcionada por los drones.
La negativa del Ejército a permitir que sus elementos sean interrogados por miembros de la OEA sobre los sucesos de Iguala-Ayotzinapa, ha levantado muchas cejas en Washington. De ahí la descalificación del Departamento de Estado sobre los derechos humanos en nuestro país. Mientras más “firme” se pone el Ejército mexicano, más dudas internacionales suscita. Y crecen los rumores sobre sus vínculos incómodos con grupos dedicados al narcotráfico. Otro triángulo: Iguala/PRD-Rojos/Guerreros-Ejército. Resulta muy incómodo.
El gobierno federal, mientras tanto, ofrecía informaciones iniciales vagas e imprecisas, dando a entender que no estaba muy enterado de lo que sucedía. Decía que El Chapo estaba herido y atrapado, bueno no atrapado, pero herido en cara y pierna, bueno, no... Para borrar esa imagen de estar desbordado y desinformado, ha lanzado la campaña publicitaria sobre el grupo que operó para liberar a El Chapo; es el único tema que le queda al gabinete de seguridad. Informa sobre lo que sucedió hace tiempo, no sobre lo que acontece hoy. El abogado, el cuñado, el empresario, el piloto, su hermano... Y, bueno, qué decir de los 40 o más servidores públicos que, “por comisión u omisión”, crearon las condiciones exactas para que pudiera escapar. El gobierno siempre hablando acerca de lo que sucedió, no sobre los hechos actuales, sobre los cuales no parece estar totalmente informado. Quizá el Presidente tuvo que reparar la relación con Estados Unidos, permitiéndole operar en territorio nacional con total impunidad, usando para sí un cuerpo de las fuerzas armadas de México, y mantener al Ejército y la Policía Federal al margen de la acción. Es un costo muy grande el que se paga, como consecuencia por haber permitido que la corrupción llegase a altos niveles del funcionariado público, haciendo casi imposible combatir el crimen desde el gobierno.