Mientras prosigue en México la búsqueda de Joaquín "Chapo" Guzmán, el narcotraficante más requerido del continente, las autoridades de su país sospechan que la organización que él lidera se alió con otra, lo que daría al nuevo grupo un poder difícilmente contrastable.
Guzmán se escapó de una cárcel de máxima seguridad a fines de julio. Y la semana pasada se volvió a escabullir de un cerco policial en el noroeste, donde se encontraba en un rancho. Fue herido en una pierna y el rostro pero se escabulló entre las montañas.
La Procuraduría General de la República sostiene, en base a informes de inteligencia, que tras la fuga de Guzmán este comenzó a sellar una alianza entre su cartel, el de Sinaloa, y otra gran organización delictiva, el Cártel Jalisco Nueva Generación.
El cartel Jalisco, liderado por Nemesio Oseguera González alias El Mencho, opera en Jalisco y controla la producción y distribución de anfetaminas. Antes esa zona estaba dominada por un terrateniente del Chapo, y desde esa época los dos líderes criminales se conocen.
Hasta el momento, el cártel de Sinaloa es el más poderoso del país, considerado por Estados Unidos como una empresa transnacional. El de Jalisco, en tanto, cuenta con mayores recursos económicos. La experiencia de uno y el poder de otro convierten la alianza en un peligro absoluto para el gobierno. Porque no solo dota al grupo del Chapo de mayor poder, sino porque además le da al fugitivo una zona más amplia en la que esconderse de las autoridades.
Reportes de Inteligencia dan cuenta de que hubo contactos entre células de ambas organizaciones. Y miembros del gobierno consultados por el periódico mexicano El Universal confirmaron que hay otros indicios sobre la alianza delictiva.
Por ejemplo, los grupos comparten abogados: los defensores del narcotraficante más buscado son los mismos que interceden a favor de El Menchito, hijo del líder de Jalisco, procesado por delincuencia organizada, acopio y portación de armas de uso exclusivo de los militares nacionales.
